30 de junho de 2017

Las drogas y el olvido, por Hebe Tizio


La propuesta de participar en esta reunión del GTyA, que ha tomado este curso el libro de Bauman Vidas de consumo, me ha permitido trabajar el tema del olvido en referencia a una cuestión clínica. Para hablar del olvido hay que distinguir el olvido como la capacidad de la memoria, los mecanismos sociales del olvido y el olvido como síntoma. Me quiero referir aquí al olvido como síntoma, no del lado del significante como formación del inconsciente sino del olvido producido por el dominio del objeto.

La reflexión que quiero presentar tiene así su punto de partida en algo que he observado en algunos casos en los que el consumo realizado para olvidar en realidad genera una actuación orientada por el goce y el olvido subsecuente es en realidad el testimonio del borramiento del sujeto por efecto del pasaje al acto.

La relación no regulada con el objeto

No es ajeno a esta perspectiva el sesgo que toma el trabajo de este GI a partir del consumo como significante de actualidad. La toxicomanía remitía a la "preocupación caprichosa" -aquí el capricho es emergencia de la tendencia no disciplinada-, por una sustancia toxica. La adicción generalizada cambia la perspectiva y pone en primer plano el hábito de quien se deja dominar por una droga o una afición desmedida. La adicción hace referencia a este punto de sin medida en la relación con el objeto, es decir, a una desregulación que da cuenta del primado del goce.

Se trata del hábito en el sentido aristotélico que es aquello en función de lo cual nos comportamos bien o mal respecto a las pasiones. La pasión es emergencia de la naturaleza, el hábito no es por naturaleza sino por aprendizaje e implica la repetición práctica, es por ello que Aristóteles lo considera una segunda naturaleza. Los malos hábitos en relación a las pasiones son vicios, los buenos, virtudes.
El consumo implica un objeto, se trata de utilizar un bien para satisfacer una necesidad o un deseo. El consumismo, tal como lo señala la Real Academia, es una "tendencia inmoderada a adquirir, gastar o consumir bienes, no siempre necesarios".

Bauman desarrolla el tema del consumo y ubica el objeto como promesa de satisfacción del deseo y la creencia del sujeto en el mismo. La subjetividad del consumidor se reduce a producto que se vende para ser consumido y descartado. El nuevo libro del prolífico Bauman se titula Mundo consumo y en él se ve que Bauman intenta trabajar el goce, si bien señala que la jouissance de los franceses le resulta incomprensible. Sin embargo hay algo irreductible que le lleva a considerar el proceso civilizador como permanente y la sustancia misma de la civilización.

El punto de capitón y la temporalidad

Bauman habla del tiempo puntillista y de la doble promesa de la modernidad líquida en relación al tiempo, la de adelantarse al futuro y despojar de poder al pasado y de cómo esto se sintomatiza en el vínculo bajo la tiranía del momento. Para nosotros se trata de un problema con el punto de capitón que es desde donde se historiza. Sin embargo no es solamente el significante el que se halla en juego ya que para el psicoanálisis tiempo y objeto van juntos.
Freud plantea la cuestión del tiempo en relación con el goce y ubica que hay un exceso o un menos, un anticipar o un diferir.

Se trata, por decirlo así, del tiempo del trauma como fundacional ya que allí se inscribe la modalidad de hacer con el tiempo porque se marca con el goce, con la vivencia de la satisfacción lo que incluye la relación con el Otro. Es por ello que el tiempo cronológico, es decir, el tiempo social, se subjetiva por efecto de la elección sobre el goce. El sujeto es efecto de esa respuesta y por eso lee siempre el tiempo de la misma manera.

Lacan, en Hamlet1, señala que en la neurosis lo que constituye el sustrato de la relación con el objeto en el plano fantasmático es la relación del sujeto con el tiempo y agrega: "El objeto se carga de esa significación que se persigue en lo que llamo la hora de la verdad. El objeto siempre llega con retraso o con demasiada antelación." Se repite algo del trauma inicial, "demasiado pronto" o "demasiado tarde", lo que Lacan llama una inmadurez fundamental.

Por eso Lacan precisa que el sujeto aprende a leer la hora en el objeto lo que quiere decir que cada uno es una medida del tiempo por eso es necesario el tiempo social del reloj. Si bien este reloj social acelera cada vez más hay que ver los efectos de esa incidencia sobre el reloj individual. Del lado del síntoma social se puede decir que todos sufrimos de no tener tiempo pero en realidad el tiempo no se tiene se hace de acuerdo a la relación que se sintomatice con el objeto.

El olvido y el tiempo

Una de las consecuencias que Bauman señala tiene que ver con el tiempo y el olvido:

"El proceso de aprender y el proceso de olvidar tampoco tienen la menor oportunidad de escapar a la "tiranía del momento" auxiliada y apuntalada por el continuo estado de emergencia, ni al tiempo que se disuelve en una serie de "nuevos comienzos" dispares y aparentes aunque engañosamente desconectados. La vida de consumo sólo puede ser una vida de aprendizaje rápido, pero también debe ser una vida en la que todo se olvida velozmente."2

También señala que los servidores almacenan información para desplazar el aprendizaje y reemplazarlo por el olvido.

Para Bauman se trata entonces de la dificultad para pensar, para analizar y para hacer vínculo con otros, para actuar en consecuencia por eso hay un problema con la responsabilidad.

Desde el psicoanálisis podemos ver como la lógica de conexiones y desconexiones señala que, enredados en la tiranía del momento, no hay tiempo para la fijación con la consecuente desregulación que esto produce. También repercute en la falta de registro de lo que sucede como testimonian las respuestas del tipo "me olvidé", "no me di cuenta", "yo desconecto", que son habituales.

El olvido y el significante, las formaciones del inconsciente

Freud, en el artículo de 1898 "Sobre el mecanismo psíquico de la desmemoria"3, registra un episodio sucedido en un viaje. Freud presta atención a la significación y demuestra que el olvido sintomático es una forma de memoria precisa.

Lo que aparece como síntoma es el olvido de Signorelli que da cuenta de algo anterior que ha sido reprimido. Freud demuestra la existencia de una lógica inconsciente y que el olvido tiene una relación con un nombre sustitutivo. Así las sustituciones realizadas son testimonios de la existencia de lo reprimido y de su retorno vía significante.

Es por esto que Freud transforma el olvido en un síntoma ya que guarda, al modo de la represión, la memoria de algo que se censura. Sin embargo, esa censura y sus transformaciones muestran, a su vez, algo de lo olvidado ya que se genera una metáfora de sustitución.

En la actualidad una línea de trabajo interesante es el tema de la memoria histórica porque se entiende como investigar la forma de evitar el olvido. Pero eso no es una falla de la memoria sino el rechazo a saber. Así se puede pensar que los restos que escapan del agujero del olvido enseñan sobre el escenario de goce en el que se produjeron.

Una viñeta

En el trabajo clínico, sobre todo con jóvenes cuando hay consumos, suele aparecer con frecuencia la referencia al olvido en una doble vertiente, el olvido de las circunstancias problemáticas que se tratan con el consumo, pero después hay un pasaje al acto y un nuevo olvido en el sujeto que queda confrontado con las consecuencias del mismo. Se trata de un olvido diferente a la incidencia de una formación del inconsciente.

Una joven angustiada fuma porros para calmarse. Después con sus mejores abalorios se va de fiesta, más porros, alcohol, pastillas. Regresa al otro día a su casa, a partir de un momento, dirá, "se me olvida todo". ¿Qué la trae a consultar? No el consumo precisamente sino el acto que reintroduce la angustia porque en realidad ese olvido segundo da cuenta de algo que repite y que la lleva a practicar sexo de manera compulsiva y, esto es lo que la horroriza.

Es interesante detallar el tratamiento paradojal que ella da a la angustia. La angustia aparece cuando va a hacer una salida nocturna. Después aparecen los porros que calman la angustia y la ayudan a salir. Pero, y esto lo he visto en otros casos, el funcionamiento de la sustancia no va del lado del deseo sino que abre la puerta a la realización fantasmática. En realidad la angustia primera se refiere a la inseguridad pero no como se entiende habitualmente sino a la inseguridad que da sentir el peligro del pasaje al acto. Pero el sujeto no puede servirse de la angustia como brújula y no se interroga sino que intenta aplacarla.

Con la sustancia "eso" se olvida pero se autoriza el goce que se presenta y que da cuenta de un estrago permanente porque no puede decir no a la demanda sexual. La actuación muestra el borramiento del sujeto que en este caso la lleva a darle una dimensión de acting en la medida que trae al psicoanálisis lo sucedido. En realidad el segundo olvido -que implica despertarse en la cama de alguien que no conoce y que la pone en riesgo - por sus efectos le lleva a tocar un sin sentido radical.

Conclusión

Más allá de la importancia de ver en cada caso como funciona la relación con el objeto adictivo hay que señalar que es un intento de tratar la dimensión del sin sentido que se presenta de diferentes maneras en cada caso. Esa forma de tratamiento suele ser paradojal porque en realidad es una autorización al goce sin regulación.

Es verdad que la actualidad hace más presente el malestar de vivir, alguien me decía que esperando estos días en un aeropuerto, cansado e impotente, experimentado la inexistencia del Otro de múltiples maneras, se sostuvo del objeto oral de manera compulsiva. De estos breves episodios se puede hacer una psicopatología de la vida cotidiana actualizada del lado del objeto.

Sin embargo, en los casos donde el sujeto trata su malestar de manera habitual con esos objetos el mismo tratamiento genera los pasajes al acto que siempre tienden a ser explicados por la propiedad del objeto mismo. No es el objeto que produce el pasaje al acto. Cuando se dice Internet produce adicción se constata que el sujeto lo usa para ver siempre lo mismo, para recrear su escenario de goce que es lo verdaderamente adictivo. Si es un lugar común decir que se consume para olvidar se puede agregar un matiz. El sujeto es olvidado porque hay algo que no se olvida como la memoria más precisa y es la marca de goce que se hace pasaje al acto.
  

Notas

  1. Lacan, J. (1993) "Hamlet". En Freudiana 8. Barcelona. p.15
  2. Bauman, Z. Vidas de consumo p-133
  3. Freud, S. "Sobre el mecanismo psíquico de la desmemoria". En Obras Completas. Amorrortu. Buenos Aires. 1979., T.III

FROM: http://www.scb-icf.net/nodus/

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