24 de abril de 2016

El Cuerpo Hablante -Boletín nº 28, 29, 30 y 31-, por Liliana Bosia, Marcela Almanza, María Victoria Clavijo, Adriana Meza.



EL CUERPO EN LA ESQUIZOFRENIA 
Liliana Bosia

Liliana Bosia se pregunta por el cuerpo en la esquizofrenia. ¿Cómo situar el significante encarnado o corporizado que hace letra en el cuerpo, sin articulación, donde la significación es delirante, la imagen falla en la unificación del cuerpo, el goce es invasivo y los órganos tienen vida propia? ¡Buena lectura!

Es una vez más la clínica la que me lleva a interrogar la teoría. Bordeo la última enseñanza de Lacan para tratar de dilucidar qué puede hacer un paciente con su cuerpo cuando dice en sesión por ejemplo que “se le desenganchó la rodilla” o cuando dice “sentí una flama acá en las vísceras que me llama”. ¿Es posible un anudamiento del cuerpo con el lenguaje en la esquizofrenia?

Sabemos con Lacan que el cuerpo es una construcción, de manera que al nacer somos un organismo viviente y la constitución de nuestro cuerpo no se da en forma natural.

El cuerpo para el psicoanálisis no es anatómico, sino el resultado de un encuentro, del encuentro del organismo con el lenguaje. Entonces, es por la incidencia del significante sobre el organismo que el cuerpo biológico deviene un cuerpo erógeno, es decir un cuerpo simbólico que se prestará como superficie topológica de inscripción a recibir la marca del significante.

En la experiencia analítica constatamos que las palabras tienen una carga afectiva que es libidinal, por lo tanto tienen una carga de goce. Desde el punto de vista del goce, la forma en que los significantes son "encarnados" en el cuerpo dependerá de la singularidad de cada parlêtre, en el análisis se tendrá que dilucidar esas experiencias de goce tan particulares que sólo el analizante puede dar cuenta de la trama por la que se encarnan en el cuerpo.

De modo que el significante tiene efectos de significación pero también tiene un efecto de goce. Así en la experiencia analítica se trata del sentido de lo que se dice y sobre todo del goce que lo inspira.(1)

Pero ¿qué pasa con el cuerpo en la esquizofrenia? , qué nos dice el cuerpo de un parlêtre esquizofrénico? 

Miller, en su conferencia “La invención psicótica” (24-11-99, como introducción al Seminario de la sección clínica París-Ile de France) dirá: “La buena educación es, en gran medida, el aprendizaje de las soluciones típicas, de las soluciones sociales para resolver el problema que plantea al ser hablante el buen uso de su cuerpo y de las partes de su cuerpo: con esto hay que hacer esto, con esto otro hay que hacer esto. Esta distribución no opera en el esquizofrénico”.(2)

La distinción entre el organismo y la función en la esquizofrenia es siempre problemática. En estos sujetos los órganos “pasan por fuera del cuerpo, en el sentido en que toman vida ellos mismos, tienen su propia vida, su propio lenguaje”.(3)

Lacan nos explica en su artículo “El Estadio del Espejo” como el montón de piezas sueltas del cuerpo adquieren unidad gracias a la imagen que tenemos de él en ese momento estructurador. Siendo la experiencia originaria del niño la del cuerpo fragmentado. En la esquizofrenia esta operación de unificación imaginaria fracasa.

Para el esquizofrénico, ”todo simbólico es real”.(4) Esto quiere decir que el significante, la palabra tienen una incidencia directa sobre el cuerpo y sobre determinados órganos del cuerpo. Así como también algunas sensaciones corporales de estos sujetos pueden tener de manera unívoca una significación particular y no convencional, es lo que Freud llamaba “lenguaje del órgano”.


Notas
1 Castellanos, S., El dolor y los lenguajes del cuerpo, Grama, Buenos Aires, 2009, p. 37.
2 Miller, J.-A., La invención psicótica, Revista Virtualia #16.
3 Castellanos, S., Op. Cit, p. 92. 
4 Lacan, J., Escritos 1, “Respuesta al comentario de Jean Hyppolite“, cita tomada del escrito de Marga Auré, “El cuerpo esquizofrénico: Breves referencias en Freud y Lacan” (Blog El psicoanálisis Lacaniano en España, noviembre 2011).



Boletín No. 29
Marcela Almanza


Marcela Almanza despliega en su texto el análisis sobre el fracaso del imperio de la técnica, pese al alto consumo de las mismas, en las soluciones a que pretende dar a la no relación sexual. Ni la pornografía electrónica, ni el Tinder, ni las intervenciones sobre el cuerpo resuelven el inevitable impasse que implica el goce del Uno. ¡Buena lectura!

En su Conferencia “El inconsciente y el cuerpo hablante” J.- A. Miller nos sumerge de entrada en las vicisitudes de la práctica del psicoanálisis en el siglo XXI, a partir de ese “algo nuevo en la sexualidad” que va de Victoria al porno, donde no solo se ha pasado “de la interdicción al permiso, sino a la incitación, a la intrusión, a la provocación, al forzamiento”.

Destaca entonces cómo en la era de la técnica, la pretendida solución a los callejones sin salida de la sexualidad (por ejemplo, a nivel de la pornografía electrónica) se presenta más bien como un síntoma de ese imperio de la técnica. 

En esa vía, el famoso Tinder (aplicación que permite a los usuarios comunicarse con otras personas con base en sus preferencias para charlar y concretar citas o encuentros y que fue considerada una de las aplicaciones de citas más importantes del mercado digital, con más de 50 millones de usuarios) no hace más que demostrar que, ni aún a costa de “tinderear” profusamente, los seres hablantes encuentran una salida común y satisfactoria para sus malestares.

Bajo estas coordenadas se confirma, en las demandas de análisis actuales, que lo que se reinstala invariablemente en cada parlêtre sigue siendo la pregunta por cómo responder, cómo hallar algún saber posible para arreglárselas de algún modo con el hecho de que No hay relación sexual ya que, como plantea J.-A. Miller, el goce encierra a cada uno de los sexos en sí mismo interfiriendo cualquier diálogo posible, pues el goce del Uno no garantiza nada acerca del goce del Otro. 

Frente a este inevitable impasse, al que están sometidos todos los seres hablantes, muchas veces el cuerpo toma protagonismo y se presenta ante nosotros bajo el signo de un exceso que busca algún tipo de regulación.

Muchas veces se trata de un cuerpo “intervenido” de diversas maneras, marcado por múltiples cirugías y tratamientos cosméticos cada vez más estrambóticos, tatuajes masivos, perforaciones variadas o simplemente se trata de un cuerpo tomado de una densa mudez que se sume en soledad en los múltiples gadgets tanto en la escena pública como privada.

Así, consentir al encuentro con un analista que propone entregarse a la palabra, cada vez, produce una necesaria escansión témporo-espacial que puede marcar toda una diferencia con respecto al punto de partida al que aludía, por producir un forzamiento diverso pues se trata -como propone Lacan- de “poner de relieve la resonancia corporal de la palabra, es decir, el eco del decir en el cuerpo” sabiendo que “El Un-cuerpo es la “única consistencia” del parlêtre y es lo que el ser humano tiene que traer en análisis”.

Notas
-.Miller, J.-A., El ultimísimo Lacan, Paidós, Buenos Aires, 2013.
-.Miller, J.-A., “El inconsciente y el cuerpo hablante”, Scilicet El cuerpo hablante. Sobre el inconsciente en el Siglo XXI, Grama, Buenos Aires, 2015, pp. 21-35.



EL CUERPO HABLANTE EN BRUTO
María Victoria Clavijo

María Victoria Clavijo nos propone con su texto la diferencia entre la concepción en la Orientación Lacaniana del síntoma como acontecimiento del cuerpo y del cuerpo hablante, de todas las formas contemporáneas de culto al cuerpo. ¡Buena lectura!

Decir: “el síntoma es un acontecimiento de cuerpo, en bruto, sin todo lo demás podría habilitar una práctica higiénica o alguna suerte de gimnasia”.(1) Decir: el cuerpo hablante, acarrea el mismo riesgo, puesto que en la época actual, el cuerpo es uno de los objetos de adoración narcisista, y la voz que comanda ese imperativo superyoico bien podría tomar la forma de una canción: “Dale a tu cuerpo alegría! , Macarena…” O terapias cuyo comando es “Escucha tu cuerpo”, pues es voix populi que el cuerpo habla. 

Restringir la concepción del uso del cuerpo hablante exige no tomarlo en bruto para circunscribir la práctica lacaniana posible que lo toma como orientación y diferenciarlo de otra, tipo fitness del cuerpo pretendidamente vivo, del cuerpo del placer, del cuerpo del goce fálico que permite “fácilmente imaginar que un cuerpo está hecho para que se tenga el placer de levantar un brazo, y después otro y después de hacer gimnasia y saltar y correr y tirar y hacer todo lo que quiera (…) que es esa suerte de suplencia (…) del sentido sexual, pero del sentido sexual que falta”.(2)

Y para hacerlo, Lacan se orienta preguntándose permanentemente dónde y cómo situar el saber del que se trata en la experiencia analítica. 

Los efectos patógenos del inconsciente en el cuerpo, “inconsciente parásito”(3) son aquellos sobre los cuales la experiencia analítica pone el acento, no para efectuar un acoplamiento entre el yo y el cuerpo, que sería el objeto de la gimnasia o las bailoterapias, sino para extraer un saber que tenga consecuencias en el goce opaco del sinthome. Dice Lacan en el Seminario 2: “(…) esa feliz relación, esa relación pretendidamente armónica entre lo que vive y aquello que lo rodea, está perturbada por la insistencia de ese saber, y el ser hablante, para llamarlo como yo lo llamo, que lo habita no sin toda clase de inconvenientes”.(4)

En esta clase Lacan plantea que la relación del cuerpo con la vida, no es menos clara que la relación del cuerpo con la muerte. Más allá de contestar cómo se sostiene la vida en un cuerpo, Lacan dice que lo que hay que advertir es que en la experiencia privilegiada del análisis se dan signos de que hay algo que se ordena en lo real“ y que él (lo real) se origina, por ser solidario de algo, que, pese a nosotros, es excluido de este acceso de la vida que no nos damos cuenta”, es decir, el goce, pero que “el individuo, sin saberlo, lo supone allí”.(5) 

Ese goce, dice Lacan está ligado a la lógica de la vida, diversificado (s´averie), averiado, jugando con la homofonía que denota la disarmónico de su vivencia; diversificado en algo que se encarna en lalangue. “Pues es preciso resolverse a pensar que lalengua es solidaria de la realidad de los sentimientos que ella significa. Si hay algo que nos lo hace tocar verdaderamente, es justamente el psicoanálisis”.(6)


Notas
1 Miller; J.-A., Curso de la Orientación Lacaniana, El Ser y el Uno, Clase del 9 de marzo de 2011, Inédito.
2 Lacan, J., El Seminario 21, Les non- dupes errent, (1974-75), Clase 11 de junio, Inédito
3 Cf. Ibíd.
4 Cf. Ibíd. 
5 Cf. Ibíd.



EL HACER DEL PSICOANALISTA, HOY 
Adriana Meza

Adriana Meza se sirve de un pasaje de Miller en El ultimísimo Lacan para mostrarnos en relación al hacer del psicoanalista, los distintos forzamientos como se hace efectiva la TDE en relación a lalengua, el goce y el cuerpo. ¡Buena lectura!

El predominio del goce de lo Uno propio de la clínica contemporánea, lleva a Lacan a definir al inconsciente “mediante el autismo de la palabra”(1). Se trata de la clínica del parlêtre, término que introduce Lacan para referirse al sujeto que ya no cree en el inconsciente ni en el Otro. 

El parlêtre se presenta en la clínica con la experiencia de un goce que asume y explica como manifestaciones propias de su ser o como acontecimientos provenientes del exterior, sin implicarse en ello. 

Este goce que se presenta como goce autista plantea para Lacan la pregunta, retoma Miller (2), si tal como el lazo social, “el psicoanálisis no sería un autismo de a dos”(3). Es lo que le permite sostener que “no hay relación sexual”(4), lo que se puede entender como “no hay relación lingüística”(5). Lacan propone entonces que para “cumplir con la existencia del psicoanálisis”(6) es necesario un “forzamiento del autismo”(7), lo cual es posible, plantea, por la existencia del “asunto común”(8) de lalengua. ¿Cómo podemos entender este asunto común de lalengua en nuestra práctica clínica?

Podemos decir siguiendo a Miller, que hacer con lalengua es hacer con el cuerpo, en tanto lalengua permite, a falta de la relación lingüística, la relación entre los “Un-cuerpos”(9). Lalengua, dice Miller, no es el lenguaje. A diferencia del lenguaje, lalengua no está sometida al orden de la gramática, por lo que queda por fuera del sentido, del lado del equívoco. “Lalengua absorbe lo que se dice”(10). Es decir, apunta a la palabra “tomada materialmente, fonéticamente”(11). La distinguimos del lenguaje en tanto se escucha en lo que “se dijo de hecho, materialmente”(12).

A partir de aquí, podemos decir que el hacer del analista implica, por ejemplo, extraer sentido de lalengua del parlêtre; extraer sentido del enunciado, dando al sinsentido de lalengua lugar de dicho. Implica hacer con lo que el parlêtre trae al dispositivo, más allá de las palabras. Esto es sancionar como dicho a lo que se produce en la consulta: a los sonidos que emite, a los gestos; a lo que hace con el cuerpo. 

Estas maniobras permiten dar lugar de acontecimiento a lalengua del parlêtre, producir un acontecimiento” con aquello que el parlêtre revela de hecho, con su cuerpo, por fuera del sentido y de la cadena significante. 

Hacer con el autismo del parlêtre implica usar el equívoco y el cuerpo apuntando a agujerear el Uno de su goce y abrir un espacio a la transferencia. Es el desafío que plantea al psicoanalista la clínica de hoy.

Notas:
  1. Miller, J. –A., El ultimísimo Lacan, Buenos Aires, Paidós, 2013, p. 120.
  2. Ibíd.
  3. Ibíd.
  4. Ibíd.
  5. Ibíd.
  6. Ibíd.
  7. Ibíd.
  8. Ibíd.
  9. Ibíd. pág.121
  10. Ibíd.
  11. Ibíd.
  12. Ibíd.

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