30 de junho de 2011

Hacia la 1º Conversación Nº 1



LA EOL 20 AÑOS DESPUÉS

Hacia la 1° CONVERSACIÓN

“¿Cómo se forman los psicoanalistas en la EOL 20 años después”

Sábado 13 de agosto de 2011

de 9 a 14 hs

Iniciamos hoy una serie a-periódica de entregas con las que trataremos de preparar la Conversación del 13 de agosto. Los invitamos a enviarnos textos breves, brevísimos, de media carilla como máximo, con una idea, un tema, una polémica que quisieran poner en juego acerca del tema propuesto.

Como primer eco anticipado, hemos recibido de parte de Leonardo Gorostiza –Presidente de la AMP- el texto que publicamos a continuación. Es un eco a la convocatoria pero también es una anticipación, ya que se trata de una intervención realizada en la Jornada de la ECF del 5 de febrero pasado :”Question d’École. Lacan et l’intraquillité du psychanalyste (Cuestión de Escuela. Lacan y la intranquilidad del psicoanalista) en la mesa “Ce que Lacan attendait de son École” (“Lo que Lacan aguardaba de su Escuela”). Es un texto que enmarca la tensión Escuela-Institución y la Conversación que tendremos en la política de la AMP y la Escuela Una.

Lo que aguardar significa*

Leonardo Gorostiza

“Mi fuerte –decía Jacques Lacan hace treinta años, el 11 de marzo de 1981- es saber lo que aguardar (attendre) significa.” Y finalmente, dirigiéndose a la recién nacida École de la Cause freudienne, concluía: “Queda la Escuela que adopté como mía. Nueva y lábil aún, aquí es donde se probará el núcleo por el que es posible que mi enseñanza subsista.” [1]

Pero aguardar (attendre), ¿qué es lo que eso significaba para Lacan? Notemos primero que Lacan dice “aguardar” (attendre) y no “esperar” (espérer), porque esperar (espérer), en francés, introduce la dimensión de la esperanza, la esperanza en “esos mañanas que cantan” ante los cuales nos alertaba en Televisión.[2]

¿Qué es entonces lo que Lacan aguardaba? En primer lugar, lo que él mismo dice con toda claridad: aguardaba que en su Escuela se probara aquello por lo cual su enseñanza podría subsistir. Que se probara ese núcleo, ese carozo, que en la ECF y hoy también en las Escuelas de la AMP, continuamente –no sin momentos de crisis- se intenta probar por medio del dispositivo del pase, es decir, probar cuál es la relación de cada analista con su inconsciente.

Porque, tal como Jacques-Alain Miller lo ha destacado, “la doctrina secreta de Lacan sobre la Escuela” ha sido la de intentar siempre una conjunción inédita entre lo estrictamente analítico y lo institucional.

Así, al afirmar que el grupo analítico debe ser considerado como un grupo animado por la transferencia y no por la sugestión, Lacan no retrocedió jamás en plantear que la Escuela, el reclutamiento de sus analistas, debería basarse en la relación de cada uno a su inconsciente. Eso aguardaba Lacan de su Escuela, que estuviera a la altura de esa aventura.

Y eso introduce necesariamente una gran intranquilidad en la institución analítica y entre los analistas. Porque, como él mismo lo señaló, el esfuerzo de los psicoanalistas durante décadas ha sido tal por querer tranquilizar acerca del descubrimiento, el más revolucionario que haya existido para el pensamiento, es decir, el descubrimiento por Freud del inconsciente, que “al haber querido tranquilizarse ellos mismos, lograron olvidar el descubrimiento.”[3] Mientras que el inconsciente es, “por naturaleza, muy poco tranquilizador”.[4]

Más bien, el inconsciente “intranquiliza”. Fundamentalmente porque el inconsciente al que Lacan se refiere cuando se lamenta de que los psicoanalistas no quisieran creer en el inconsciente para reclutarse, es “el inconsciente que no hace semblante”.[5] Es decir, que ese inconsciente no es otra cosa que la hiancia misma de la cual está suspendida la posición del psicoanalista y donde éste debe encontrar la certeza de su acto. “Hay reprimido. Siempre. Es irreductible. –decía Lacan en su “Carta para la Causa freudiana, el 23 de octubre” de 1980- Elaborar el inconsciente, como se hace en el análisis, no es nada más que producir su agujero. (…) Allí adentro, estoy solo.”[6]

Es decir que se trata de una hiancia, un agujero, un vacío, que es constituyente de la experiencia analítica y que hace a la soledad del acto analítico.

Pero la tendencia del psicoanalista –que es la tendencia natural del sujeto- es colmar ese vacío, colmarlo por medio de identificaciones, es decir, de semblantes[7], tal vez, para no sentirse tan solo.

Mientras que lo que Lacan aguardaba (attendait) de su Escuela era que no se constituyera –retomando una expresión de Jacques-Alain Miller- en “un aparato de contra-soledad”. Por el contrario, aguardaba de su Escuela que fuera capaz que propiciar un lazo que no fuera de “ayuda mutua contra el discurso analítico”, es decir, que no fuera en contra del discurso analítico que en tanto tal apunta a la des-identificación.

De allí que la estructura Escuela haya sido concebida por Lacan a partir de dispositivos que se oponen a las identificaciones que hacen masa, y por eso, son dispositivos que, en cierto modo, intranquilizan, es decir, generan una cierta inestabilidad. La misma inestabilidad que habita a los conceptos psicoanalíticos o bien como la misma inestabilidad que atraviesa la enseñanza de Lacan que no cesó en no imitarse a sí mismo.

Así, en la Escuela tanto el dispositivo del cartel, que obliga a la disolución para evitar el pegoteo que hace masa, y fundamentalmente, el dispositivo del pase en el cual, si hay una única identificación que propicia es la de cada uno a su sinthome, se inscriben en esa perspectiva. Precisamente, la identificación al síntoma es una identificación que no hace masa, pero que sí permite el establecimiento de un lazo a partir de la relación que cada uno tiene con el agujero constituyente de la experiencia analítica.

Ahora bien, ¿qué es lo que “aguardar” entonces significa? Lacan mismo lo da a entender en su “Carta de disolución” cuando no duda en disolver la EFP, la Escuela que él mismo había fundado al constatar que el efecto de grupo consolidado prevalecía sobre el filo cortante de la verdad freudiana cuya restauración había sido la razón misma de su fundación. Así, cuando llama a asociarse de nuevo a todos aquellos que quisieran proseguir con Lacan señala que así demostrarían en acto –lo cito- “…que no es obra suya que mi Escuela fuera Institución, efecto de grupo consolidado, a expensas del efecto del discurso aguardado (attendu) de la experiencia, cuando ella es freudiana.”[8]

Es decir, que “aguardar” significa –lejos de una posición pasiva- apostar activamente a que un efecto de discurso, el analítico, prevalezca sobre los efectos de identificación a un grupo constituido.

En este sentido, la expansión que ha implicado la creación de la AMP, pero en particular la Escuela Una, entiendo se inscribe decididamente en esa misma dirección. Porque hemos podido comprobar a través de los años de qué manera la dimensión transnacional y translingüística también interviene objetando la identificación a lo “nacional”, a lo local. Por qué no –hemos conversado sobre esto el lunes pasado en la ECF sobre “El pase y las lenguas en la Escuela Una”- la dimensión internacional y translingüística interviene también objetando la identificación a una lengua haciendo presentir que la lengua fundamental de la que se trata en la experiencia analítica y en todas las latitudes no es otra que lalangue, es decir, “…lo que es el asunto de cada quien, lalengua llamada, y no en balde, materna.”[9]

Jacques Lacan no conoció al nacimiento de la AMP ni de la Escuela Una. Pero seguramente él también habría aguardado que ambas estuvieran a la altura de hacer prevalecer un efecto de discurso sobre los efectos de grupo. Es, de algún modo, responsabilidad de cada uno de sus miembros velar para que eso ocurra. Pienso que esa sería la buena manera de tomar a nuestro cargo las palabras pronunciadas por Lacan en ocasión de su Seminario en Caracas en agosto de 1980 cuando, al recibir a los psicoanalistas de habla hispana que habían respondido a su llamado, decía:

“Ustedes, al parecer, son lectores míos. Sobre todo porque nunca los he visto escucharme. Entonces, desde luego, tengo curiosidad por lo que puede llegarme de ustedes. Por eso les digo: Gracias, gracias por haber respondido a mi invitación”.[10]

Esta invitación, está lejos de ser sólo de circunstancias. Es una invitación que hay que escuchar, más allá del contexto, como una invitación a proseguir en la vía de responder a lo que él aguardaba. Es decir, cumplir ese sueño que es el sueño de la Escuela Una. El sueño de una Escuela totalmente acorde al discurso analítico.

Este sueño… ¿Es acaso posible?

Con coraje y serenidad[11], aún aguardamos.



* Intervención efectuada en la Jornada de la ECF del 5 de febrero de 2011, convocada con el título Question d’École. Lacan et l’intraquillité du psychanalyste (Cuestión de Escuela. Lacan y la intranquilidad del psicoanalista), más precisamente en la mesa reunida en torno al tema

“Ce que Lacan attendait de son École” (“Lo que Lacan aguardaba de su Escuela”).

[1] Lacan, Jacques, “Segunda carta del Foro (11 marzo 1981)”, en La Escuela. Textos institucionales de Jacques Lacan, en Escansión Nueva serie, nº 1, Manantial, Buenos Aires, 1989, pág. 30. Traduzco la versión original en francés “attendre” por “aguardar” y no por “esperar” tal como lo hace la versión castellana, por lo que a continuación se leerá.

[2] Lacan, « Télévision », Autres écrits, Paris, Seuil, 2001, p. 542. Psicoanálisis. Radiofonía & Televisión, Anagrama, Barcelona, 1977, pág. 131

[3] Lacan, Jacques, “La méprise du sujet supposé savoir, AE, p. 329, “La equivocación del sujeto supuesto saber”, en Momentos cruciales de la experiencia analítica, Manantial, Argentina, 1987, p. 25.

[4] Ibídem.

[5] Lacan, Jacques, “Discours à l’École freudienne de Paris”, AE, p. 281.

[6] Op. cit. en n. 1, pág. 29.

[7] Miller, Jacques-Alain, “¡Todos lacanianos!”, en Escisión, Excomunión, Disolución, Tres momentos en la vida de Jacques Lacan, Manantial, Argentina, 1987, pág. 248/9.

[8] Lacan, Jacques, “Lettre de Dissolution” (5 janvier 1980), AE, p. 318. “Carta de disolución”, en op. cit. en n.1, pág.19.

[9] Lacan, Jacques, El Seminario, Libro 20, Aún, Paidós, Barcelona, 1981, p. 166.

[10] Lacan, Jacques, “El seminario de Caracas”, en Escisión, Excomunión, Disolución, Tres momentos en la vida de Jacques Lacan, Manantial, Argentina, 1987, pág. 264.

[11] Expresiones tomadas de las exposiciones de Laure Naveau y de Miquel Bassols, respectivamente, durante la misma Jornada.


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